miércoles, 1 de abril de 2009

Cada uno construya su país

Todos – y lo digo sin miedo a equivocarme – independientemente del color político y las preferencias personales, esperamos que nuestros dirigentes sean hombres capaces, íntegros, ejemplares. No creo que haya alguno que espere que un corrupto, un vicioso o un sinvergüenza ocupe algún cargo en el nuevo gobierno: asamblea, gabinete etc. Todos queremos personas capaces de llevar al país adelante, de poner las bases para que nos encaminemos en el rumbo correcto.
Sin embargo nos damos cuenta que nuestra realidad ha sido otra. Sin generalizar, puedo decir que siempre le ha faltado “algo” a nuestros gobernantes, legisladores, funcionarios. Nos seguimos quejando de la corrupción, de la ineptitud, del olvido de los más necesitados, de la incapacidad… ¿Por qué parece que no hay forma de que elijamos dirigentes idóneos, honestos, capaces? ¿De dónde salen estos funcionarios de los que nos quejamos?
Salen de nosotros mismos. Punto. Así de claro. Seguro hacen las compras en los mismos supermercados, van a los mismos cines, envían a sus hijos a los colegios de los nuestros, ven los mismos medios de comunicación, también se habrán quejado de los antiguos dirigentes, incluso. Son producto de nuestra sociedad. De esta sociedad de la que somos parte, que nosotros mismos construimos.
Queremos dirigentes honestos, íntegros, pero no sabemos de dónde sacarlos. Nuestra sociedad está mal y lo vemos por los frutos. ¿Qué hacemos ahora? No nos queda más que decidirnos a cambiar esta sociedad. ¿Cómo? No hay formulas mágicas para esto, no existe una simple solución. Nuestra sociedad está compuesta por individuos, ciudadanos de a pie, campesinos, profesionales, estudiantes. Para cambiarla, la única forma es cambiar a cada uno. No hay otro camino.
Y como nadie da lo que no tiene, no podemos pretender cambiar al vecino si nosotros mismos no cambiamos primero. Si vos y yo no nos decidimos a cambiar, a vivir rectamente, a ser honestos, veraces, responsable, ciudadanos correctos, solidarios, etc. En resumen, tenemos que decidimos a ser virtuosos. Y una vez que tomamos esta decisión y la vivimos, entonces sí que podemos ir cambiando a los demás.
No queremos corrupción, primero no seamos corruptos nosotros: ¿Pago todos mis impuestos? ¿Respeto las normas de tránsito? ¿Soy honrado en mis negocios? ¿Soy un trabajador responsable? Si a alguna respondemos que no…. Perdemos credibilidad al exigir un alto a la corrupción. Primero a cambiar nosotros.
Queremos que nuestros países salgan de la pobreza. Entonces no nos acostumbremos a ver a esos mendigos en la calle, a esos niños pidiendo limosna en vez de ir a la escuela, a esos compatriotas que viven en miseria. No nos acostumbremos, no pasemos de largo con los vidrios del carro arriba y el aire puesto. Que nos hagan pensar – y si podemos ayudar, hagámoslo – que nos inquiete buscar formas de ayudarlos. Seamos solidarios, no nos contentemos en decir: “Que alguien haga algo”. Ese alguien es cada uno de nosotros. Que voy hacer yo.
Si queremos dirigentes íntegros… tenemos que ser primero ciudadanos sin mancha nosotros. Tenemos que caer en la cuenta que con cada hora de trabajo, con cada proyecto estamos haciendo progresar nuestro país, estamos contribuyendo a sacarlo de la pobreza si lo hacemos bien, si ponemos esfuerzo, si lo hacemos con profesionalismo. Lo vamos a logras si estamos convencidos que nuestro trabajo bien hecho contribuye a levantar este país. Si de verdad queremos cambiar este país empezando por nosotros mismos.
Este es el compromiso que tenemos que hacer. El de ser verdaderos ciudadanos, chapines, guanacos, catrachos, etc. de pura cepa, de una pieza. Tenemos que soñar con una patria grande, con mejores empleos, con menos pobreza. Ojala nos decidamos a despertar cada día con la ilusión de cambiar este país, aunque sea un poquito, de echar una mano. El país no se levanta solo, lo levanta y lo construimos cada uno de nosotros.